CONÓCEME

Hola, te doy la bienvenida a Sanando Somos Unidad.

Mi nombre en este plano es Ana Gabriela Rubio De Silva y en el plano espiritual es Anat que significa el inicio del todo y en todas las direcciones.

“Sanando Somos Unidad” es una red de apoyo que se va tejiendo a través de personas como tú que buscas relacionarte con seres con la misma inquietud, vibración, intereses y energía. Esto se logra a través de un tejido que se forma con diferentes herramientas como: sesiones, talleres, meditaciones, constelaciones, sanaciones grupales, libros, comunidad, etc., en donde cada uno pueda avanzar a su propia Sanación y Despertar Espiritual a su ritmo y a su tiempo.

“Sanando Somos Unidad” es un camino de evolución y saltos cuánticos en donde te podrás encontrar a ti primero, para luego comprender que todos somos héroes de todos y solo nos ponemos al servicio del otro para espejearnos lo que nos corresponde sanar. 

En Com-Unidad podemos sanar más, evolucionar de una manera expansiva y rápida, y más si lo hacemos desde el amor; entendiendo que todo es perfecto y que ese Ser que está frente a nosotros está cumpliendo la parte del contrato de su alma y nosotros la nuestra. 

En “Sanando Somos Unidad” podrás acceder a una red de apoyo integrada por Terapeutas, Profesionales de la Salud y Empresas; todos ellos del ramo Holístico que te podrán acompañar en tu camino de expansión.

QUIERES SABER MÁS ACERCA DE MÍ

Te cuento un poco de mi historia a grandes rasgos, para que puedas conocer a la persona que te acompañará en tu sanación. Al igual que tú he recorrido un largo camino y en algún punto decidí sanarme.

Soy la octava hija de nueve hijos, primero llegaron 7 hombres, luego yo y al final mi hermana.  Mis padres me educaron en la religión católica y a pesar de eso siempre consideré a mi madre, una mujer muy culta y abierta; hoy por hoy creo que era muy parecida a mí, solo que no lo expresó mucho. Mi padre fue un gran hombre trabajador, divertido y amó a su mujer y a su familia siempre. De mi madre aprendí muchas cosas y la más grande lección que me dio fue su propia muerte, a sus 76 años fue diagnosticada con ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) y le dieron un año de vida; desde ese momento se dedicó a vivir sin miedo a la muerte, y así se fue, sabiendo que ya era su tiempo de partir. Mi padre apasionado de la vida me enseño esa pasión y sensibilidad que pueden tener los hombres al amar y ser ellos mismos. Los dos pasaron el velo, hace algunos años.

Estudié Diseño de Modas, luego me casé y nos fuimos a vivir a Barcelona, a los dos años regresamos a la CDMX y comenzamos a vivir el día a día.  Creé una marca de ropa que después la cerré por un embarazo de alto riesgo de mis mellizas y al mismo tiempo buscamos la adopción de otro de nuestros hijos, llegaron con una diferencia de 5 meses, por lo que vivimos como si fueran trillizos. Intensamente los primeros años. 

Tiempo después, se derrumbó la mayor construcción que había hecho en mi vida, mi matrimonio, que también ha sido y será el mayor aprendizaje de creencias y expectativas, que haya podido crear en mi vida alrededor de alguien y con alguien. Hoy sé y siento que para ser felices solo corresponde vivir el aquí y el ahora, siendo yo misma y haciéndome responsable de cada acto y emoción de mi vida.

Algo que me llevó a dar un gran cambio en mi vida fue creer que debía sanar el abandono de mi hijo del corazón por lo que empecé a tomar diversos cursos, hacer constelaciones familiares, inteligencia emocional, etc. y todo eso me hizo entender que estaba sanando en mí misma el abandono emocional de mis padres y de otras vidas, mi propio abandono al ver a los demás como primera instancia en mi vida, mi abandono total que en momentos de trabajo o vivir en el hacer sin parar tenía y en ese camino entendí que si yo me sanaba a mí misma, mis hijos sanarían y así fue. 

La vida me llevó a continuar sanando muchas más cosas inimaginables que vivía día a día con diversos tipos de terapias a los que asistía a veces con mi hijo o mis hijas y otras eran para mí sola.  Como es normal, cuando uno se sube al “barco de la Sanación”, ya no hay vuelta atrás y hasta el día de hoy continúo sanándome. En ese camino, en algún momento, empecé a sentir, percibir, oler, ver e intuir nuevamente, haciéndome más consciente de por qué era así y mi vida empezó a moverse de forma diferente.

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